domingo, marzo 16, 2008

"Sin lugar para los débiles" ("No country for old men", Joel and Ethan Cohen, USA 2007).

Anton Chigurh (Javier Bardem), a punto de disparar a una mujer para cumplir una promesa que hizo. Ecuánime, Carla Jean le dice: -“No tiene por qué hacerlo”. El psicópata esboza una sonrisa y le responde: “¿Por qué siempre me dicen eso?”. Este diálogo perfectamente podría ser entre el espectador y los hermanos Cohen.
Ethan y Joel Cohen pueden hacerlo, no por ser judíos norteamericanos, sino porque se han ganado a pulso un lugar en el cine de arte. ¿Cómo olvidar Fargo, El Gran Lewobski o Barton Fink?
No country for old men: el absurdo en su máxima expresión. Matar, ayudar, robar, trabajar… odiar o amar. Todo es absurdo y la vida no vale nada. ¿Libertad? No. Azar. “No guarde esa moneda junto con las otras”… esa moneda vale su vida.
El azar es el único que podría acabar con la última de las siete vidas del matón. El azar lo libra, sólo lo deja con una fractura expuesta. Y, nuevamente, un billete lo salvará del castigo.
¿Para qué esforzarse por hacer el bien, si al final del camino, más tarde o más temprano, llegamos todos a lo mismo? La muerte es lo único que nos espera. Las buenas obras del solidario alguacil, Ed Tom Bell (Tommy Lee Jones): absurdas. Un poco más viejo que su padre, lo alcanzará en la meta final: la muerte. Nada más allá de eso.
¿Para qué ir a matar al jefe? ¿Sólo Woody Harrelson podía diagnosticarle una psicopatología a Javier Bardem o podía ser cualquier otro? Sobran algunas escenas. Aún así, la cinta vale su peso en oro: deja pensar al espectador y lo deja pensando mucho más allá de los 122 minutos que dura la cinta ¿no es suficiente para considerarla buena?