viernes, octubre 26, 2012

¿"Todo lo que necesitas es amor"? (Susanne Bier, 2012)

(Contiene spoilers) Acostumbrados, inconscientemente, al cine con mirada de varón, no cabe duda que Susanne Bier ha abierto una ventana por donde entran bocanadas de aire fresco. ¿Cómo percibe el mundo una mujer? ¿cuáles son sus problemas, qué le provoca tristeza y qué alegría? ¿qué la hace ser fuerte? Después de un pequeño disgusto con Susanne Bier, que estuvo a punto de cometer uno de los peores pecados que se pueden cometer en el cine, manipular al espectador, terminé perdonándola. Quizás porque, a pesar de llevar al público a donde se le antoja, lo deja pensando… si es que el espectador quiere. Es que, a fin de cuentas se nota el trabajo conjunto de la directora y el guionista: Anders Thomas Jensen. No es el cáncer lo que le causa tristeza o dolor, sino saber que esta sola. ¿Ida es una mujer ingenua? Quizás si. No ha percibido que su marido le es infiel desde hace mucho tiempo. Ella se encuentra perfectamente bien instalada en su propia realidad, que no ha escogido, pero ha aceptado. Tiene un trabajo, casa y un Cinquecento amarillo. Tiene dos hijos jóvenes que están haciendo su vida. La quieren y los conoce. No así su esposo. Y ella no lo sabe… o no quiere saberlo. ¿Comedia? No. Por supuesto que no, aunque la cinta irradia un sabio sentido del humor muy europeo. No es un humor tonto o simple, es el buen sentido del humor que posee quien no se toma a sí mismo demasiado en serio: la persona serena. Ida ve los problemas con sabiduría y con sencillez. Si, posiblemente esa misma cualidad será su perdición. Su marido, un gordo que al principio nos parece mas o menos agradable, se nos presenta como un verdadero cínico cuando Ida lo descubre in fraganti con su amante. Pero quizás eso no es lo peor. Leif se justifica con un “¡¿no te das cuenta de lo que yo he sufrido con tu cáncer?!”. ¿Machismo “made in México”? Solo una probadita de la no exclusividad. Mal de muchos, consuelo de tontos. Los temas no son novedosos: nos habla de la culpa y el perdón, la soledad, los problemas, la enfermedad y el deseo de ser felices solo a través del amor. El único problema es que ¿de verdad existen los príncipes azules que cambian del derecho al revés en unos cuantos días? ¿por qué Susanne no nos cuenta la historia hasta el final? Por muy guapo que sea Pierce Brosnan, seguramente tiene sus defectos y Phillipe, un pobre hombre que ha vivido durante años profundamente amargado, se volverá dulce de un día para otro? La escena de Phillipe en su huerta de limones nos dice que decidió cambiar gracias a Ida, pero siempre la amargura deja huella que seguramente Ida tendrá que pagar. Entonces será cierto aquello de “mas vale malo por conocido que bueno por conocer? En realidad, el problema que nos presenta la directora danesa es siempre el mismo cuento: el problema no empezó con la infidelidad del marido, sino muchos, muchos años antes. Casi al inicio se ve una escena sonde ella le lleva a Leif un vaso la terraza. Ida se sienta y se quedan en silencio unos momentos hasta que Leif le pregunta cómo le fue con el médico. Pero olvidamos que al inicio Ida estaba sola con el médico. Y el médico le pregunta qué opinará su esposo si le hacen una mastectomía. Ella, ingenuamente, le dice que mientras ella le cocine, el estará de acuerdo. Se perdieron mutuamente hace muchos años. ¿Por qué el no la acompaña al médico? ¿estaba trabajando? ¿entonces por qué al llegar a su casa, No tienen un problema de comunicación, va mucho mas allá. Es un problema de entrega. En Dinamarca, Ida cree que es suficiente con atender a su marido y no se ha dado cuenta de que lo único que ha hecho es ayudarlo a convertirse en un verdadero patán que no se preocupa ni se ocupa de la mujer a la que libremente decidió entregarle su persona entera: su presente, su pasado y su futuro, sus sueños, sus ideales. Llama poderosamente la atención un comentario de Ida a su hija, casi en broma y de pasada. A punto de casarse la embargan las dudas acerca de su boda con Patrick porque “no la toca” desde hace varios días. Ida le dice a modo de consuelo: “bueno, si no es lo que esperabas, no te preocupes, no eres católica”. La respuesta silenciosa de la hija, no parece un gesto gratuito, lleva claramente un fondo profundamente humano y no exclusivamente católico. La respuesta verbal es contundente: “si me caso es porque lo quiero para toda la vida”. ¿Qué otros temas saltan a la vista? La homosexualidad, el luto y la muerte, el alcoholismo, el divorcio, el matrimonio y la familia. La homosexualidad de Patrick combinado con el abandono de su papá. La ingenuidad junto con la visión tan positiva, clara y esperanzadora de los hijos con una mamá presente y un padre pensando en todo menos en los hijos y en la esposa. “Todo lo que necesitas es amor” seguramente no será del agrado de muchos varones y con razón. Es un grito de desesperación de las mujeres con hijos jóvenes, posiblemente es una cinta autobiográfica y seguramente el sueño de muchas mujeres, que no se atreven siquiera a pensarlo. Nos recuerda “Pan y tulipanes”, pero con una puesta en escena soberbia. No solo por los escenarios, la fotografía, la extraordinaria actuación de Trine Dyrholm como Ida, que repite después de “En un mundo mejor” y la presencia del guapísimo Pierce Brosnan. Si “Todo lo que necesitas es amor” lleva al espectador a salir soñando con Pierce Brosnan, todos perdemos. Si logra despertar a esposos y esposas, para tomar cartas en el asunto antes de que sea tarde, valió la pena la cinta. Si: todos necesitamos amor, pero hay que saber escogerlo y mantenerlo.

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